La noticia histórica que surgió del concilio eclesial celebrado el 11 de febrero de 2013 fue la renuncia del Papa Benedicto XVI. Pero ese no fue el único hecho noticiable del día: Benedicto convocó al consistorio para votar tres causas de canonización. Luego, el 12 de mayo, la Iglesia católica reconoció a otros 802 santos. Las beatas Laura Montoya Upegui, de Colombia, y María Guadalupe García Zavala, de México, fundaron sendas órdenes religiosas en los albores del siglo XX. El beato Antonio Primaldo y los otros 799 futuros santos fueron residentes de Otranto, en el sur de Italia, asesinados por negarse a convertirse al Islam después de que los turcos otomanos asediaran su ciudad en 1480.

Estos 802 hombres y mujeres se unirán a los más de 10.000 santos que la Iglesia Católica ya venera. El número exacto de santos católicos siempre será discutible. Las primeras comunidades cristianas veneraban a cientos de santos, pero las investigaciones históricas de los eruditos católicos de los siglos XVII y XVIII determinaron que muy pocas de las historias de estos santos estaban respaldadas por pruebas históricas sólidas. Las vidas de figuras tan conocidas como San Jorge, San Valentín y San Cristóbal se basaban en una leyenda que a menudo era anterior al cristianismo o eran totalmente inventadas. Otros santos tenían seguidores locales. En la Francia rural, San Guinefort era venerado como protector de los niños después de haber salvado al bebé de su amo de una mordedura de serpiente. San Guinefort era un perro.

La posibilidad de venerar a los perros o a los héroes populares preocupaba a algunos dirigentes eclesiásticos. Durante la Edad Media, los papas empezaron a reclamar que la canonización era una facultad propia de su cargo. Al principio, lo único que se necesitaba era el permiso de un obispo para que un hombre o una mujer santos fueran venerados como tales. En 1588, el Papa Sixto V integró el proceso de santidad en la burocracia papal, encargando a la Congregación de Ritos y Ceremonias la investigación de posibles santos.

En 1969 Pablo VI creó la Congregación para las Causas de los Santos para supervisar este proceso. También suprimió varios cultos de santos, en gran medida sobre la base de que los actos y milagros atribuidos a los santos, o en algunos casos incluso los hechos básicos de su existencia, no podían ser verificados históricamente. Las personas que ya estaban bajo su patrocinio podían seguir venerando a estos santos, pero ya no aparecían en el calendario romano, y no se abrirían nuevas parroquias u otras instituciones bajo su nombre.

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Las revisiones del proceso de canonización en 1983 aseguraron que veremos más santos en el futuro. Juan Pablo II eliminó el cargo de Promotor de la Fe, o, como se conoce más comúnmente, el Abogado del Diablo, un abogado canónico encargado de argumentar contra la posible canonización de una persona. En consecuencia, Juan Pablo II canonizó más santos que los papas de los 500 años anteriores juntos.

Este artículo apareció en el número de noviembre de 2013 de U.S. Catholic (Vol. 78, nº 11, página 46).

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Imagen: Flickr photo cc by katerha

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