Una vez, el legendario Terry Bradshaw estaba jugando de segundo violín a un hombre que más tarde pasaría a protagonizar su propio reality show, Duck Dynasty.
El New York Post informa de una de las historias deportivas más peculiares que existen, la de un cuatro veces campeón de la Super Bowl que podría haber tenido una vida muy diferente de no haber sido por el amor que Phil Robertson sentía por la caza de patos.
A finales de los años 60, Robertson era el quarterback titular de los Bulldogs de Louisiana Tech mientras Bradshaw calentaba el banquillo detrás de él.
Bradshaw, una sensación del fútbol americano en la escuela secundaria de Texas y dos años más joven, causó un frenesí en los medios de comunicación cuando llegó a la escuela, según el ahora retirado entrenador de backs defensivos EJ Lewis.
Cualquiera que vea Duck Dynasty puede estar familiarizado con el patriarca haciendo menciones a Bradshaw o «Bradshawing», pero no muchos sabían la fuerte conexión que tenían los dos, y el efecto que una decisión tuvo en la vida del otro.
Robertson -según se dice, una antigua promesa de la NFL- decidió dejar el fútbol americano y ceder el puesto de quarterback número 1 a Bradshaw. La razón: su corazón no estaba en ello.
Lewis, antiguo entrenador de defensas, continúa explicando:
Pero «el fútbol lo significaba todo para Bradshaw», dijo Lewis. «Él lo respiraba. Y para Phil sólo se trataba de mantener su beca»
Lewis cuenta la historia de que él y el presidente de la universidad fueron a suplicar a Robertson que no dejara el equipo. Al llegar, se encontraron con el joven destripando un ciervo en la casa.
Robertson y el clan Duck Dynasty se reunieron recientemente con Larry King y el patriarca profundizó en su decisión, «pero en aquellos días, Larry, eran 60.000 dólares al año. Y me perdería la temporada de patos».
No sé si la moraleja de la historia no te ha golpeado ya en la cabeza. Si no es así, continuaremos con esta entrevista tan reveladora que Robertson concedió recientemente.
Se encuentra con Bradshaw en un aeropuerto después de más de cuatro décadas de recorrer dos caminos muy separados y extremadamente diferentes.
Un encuentro fortuito en un aeropuerto permitió a ambos hombres evaluar las mayores decisiones de sus vidas. Bradshaw, destrozado por las lesiones, es rico y famoso, pero lo más importante es que tiene los recuerdos que todo aficionado al fútbol americano mataría por tener.
Robertson, un hombre que no podía alejarse de la llamada de la caza hace cuatro décadas, llegó a ganar millones de dólares con su empresa de caza de patos y ahora es una estrella de su propio programa de telerrealidad.
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