Por Lindsay D. Andronaco RN, BSN, CWCN, WOC, DAPWCA, FAACWS
El exudado de la herida y cómo evaluarlo y gestionarlo adecuadamente ha sido un reto clínico de larga data en el cuidado de heridas. La evaluación del color, el olor, el volumen y la viscosidad del exudado, así como el hecho de que esté provocando la maceración de la piel periherida, son aspectos importantes que hay que tener en cuenta a la hora de crear un plan de cuidados para el paciente. Si no hay una gestión adecuada del exudado, entonces los altos niveles de proteasa y los bajos niveles de factor de crecimiento tendrán un impacto negativo en el tiempo de curación de la herida.
Tipos de exudado de la herida
Hay cuatro tipos de drenaje de la herida: seroso, sanguíneo, serosanguíneo y purulento. El drenaje seroso es claro, fino y acuoso. La producción de drenaje seroso es una respuesta típica del organismo durante la fase normal de curación inflamatoria. Sin embargo, si hay una gran cantidad de drenaje seroso, puede ser el resultado de una alta carga biológica. El drenaje sanguíneo sólo es normal durante la fase inflamatoria de la cicatrización, en la que una pequeña cantidad de esta sangre puede filtrarse de una herida de grosor total o parcial. Si se observa fuera de la fase inflamatoria, el drenaje sanguíneo puede ser el resultado de un traumatismo en la herida.
El drenaje sanguinolento es el tipo más común de exudado que se observa en las heridas. Es fino, rosado y acuoso en su presentación. El drenaje purulento es lechoso, normalmente de consistencia más espesa, y puede tener un aspecto gris, verde o amarillo. Si el líquido se vuelve muy espeso, puede ser un signo de infección.
Consideraciones sobre el manejo del exudado
El exudado es un subproducto de la vasodilatación durante la fase inflamatoria y en las heridas crónicas el drenaje cambia y contiene enzimas proteolíticas. El tratamiento eficaz del exudado depende de las características de la herida, como la cantidad de exudado, la localización y la composición del exudado. Las heridas crónicas suelen tener bacterias, como pseudomonas o estafilococos, que inhiben el crecimiento de nuevas células. En este caso, los cultivos para combatir las bacterias pueden ser beneficiosos para poder iniciar un plan de cuidados preciso. Esto puede incluir antimicrobianos tópicos, antibióticos tópicos, antifúngicos o medicamentos orales o intravenosos.
Otras consideraciones son el coste y la frecuencia de los cambios de apósitos. Cuando un paciente está cambiando la gasa cuatro veces al día debido al exudado, sería más beneficioso para el paciente y el resultado económico utilizar un apósito de espuma. Cambiar menos el apósito permite que el lecho de la herida no se altere, lo que permite la migración de nuevas células. Cuando los lechos de las heridas se dejan sin alterar en un entorno húmedo óptimo, son capaces de cicatrizar a un ritmo más rápido. Cambiar los apósitos sólo cuando es necesario también provoca menos traumas en la periherida, que pueden deberse a los adhesivos o a los daños por maceración. La terapia de presión negativa de la herida, la compresión y los apósitos de espuma pueden ser útiles para gestionar el exudado.
En general, debe tenerse en cuenta que la selección del apósito debe basarse en las características individuales del paciente y de la herida. Si la herida no se encuentra en la fase inflamatoria normofuncional de cicatrización, el clínico debe investigar cuál es la causa fundamental y cómo gestionar el drenaje.
Fuentes
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Acerca de la autora
Lindsay (Prussman) Andronaco está certificada en el cuidado de heridas por el Wound Ostomy Continence Nursing Certification Board. También es diplomada por la American Professional Wound Care Association. Andronaco ha recibido en 2011 el premio Dorland Health People’s Award en la categoría de «Enfermera de heridas, ostomía y continencia» y ha sido reconocida en la revista Case In Point como una de las «personas más importantes de la sanidad» por su «liderazgo apasionado y un enfoque holístico general de la medicina.»