Mi padre abusó de mí sexual, mental, emocional y verbalmente desde que tengo memoria hasta que me fui de casa a los dieciocho años. Hizo muchas cosas terribles… algunas de las cuales son demasiado desagradables para que yo hable públicamente. Pero quiero compartir mi testimonio porque muchas personas han sido lastimadas, y necesitan darse cuenta de que alguien ha superado sus luchas para que puedan tener esperanza.
Más que nada, quiero que sepan y entiendan realmente que cualquier persona que haya sido abusada puede recuperarse completamente si entrega su vida completamente a Jesús.
¿Qué significa «abuso»?
El abuso se define como «ser mal utilizado, usado indebidamente o ser malgastado; usar de tal manera que cause daño o perjuicio; ser tratado cruelmente». Cada vez que se nos da un mal uso o se nos utiliza para un propósito distinto al que Dios pretendía, es perjudicial. Y me doy cuenta de que muchas personas pueden identificarse con esto. Para algunos de ustedes que están leyendo este artículo, estoy contando su historia. Sabes lo que es vivir con un secreto terrible y vergonzoso que te está comiendo vivo.
Mi padre fue una persona mezquina, controladora y manipuladora durante la mayor parte de su vida. Era imprevisible e inestable. Como resultado, la atmósfera de nuestro hogar estaba supercargada de miedo porque nunca sabías si lo que hacías le haría enfadar o no.
Siempre hacíamos lo que él quería hacer, cuando él quería hacerlo. Veíamos lo que él quería ver en la televisión, nos acostábamos cuando él se acostaba, nos levantábamos cuando él se levantaba y comíamos lo que él quería que comiéramos… todo en nuestra casa estaba determinado por su estado de ánimo y por lo que él quería.
El abuso sexual comenzó cuando yo era muy joven, y cuando decidió que yo era lo suficientemente madura, llevó las cosas aún más lejos. Desde ese momento hasta los dieciocho años, me violaba al menos una vez a la semana. Mi padre, en quien se suponía que podía confiar y que debía mantenerme a salvo, fue la persona a la que más llegué a temer.
Sentimientos de vergüenza y soledad
Me sentía profundamente avergonzada por esto. Me avergonzaba de mí, y me avergonzaba de mi padre y de lo que hacía. También tenía miedo constantemente. No había ningún lugar en el que me sintiera segura mientras crecía. No creo que podamos ni siquiera empezar a imaginar el daño que esto causa a un niño.
En la escuela fingía que tenía una vida normal, pero me sentía sola todo el tiempo y diferente a los demás. Nunca sentí que encajara, y no se me permitía participar en actividades extraescolares, ir a eventos deportivos o fiestas o salir con chicos. Muchas veces tuve que inventarme historias sobre por qué no podía hacer nada con mis compañeras. Durante mucho tiempo viví con fingimientos y mentiras.
Lo que aprendí sobre el amor era en realidad una perversión. Mi padre me decía que lo que me hacía era especial y porque me quería. Decía que todo lo que hacía era bueno, pero que tenía que ser nuestro secreto porque nadie más lo entendería y causaría problemas en la familia. Se convirtió en mi carga para no dejar que mi dolor causara problemas en nuestra familia. Y mientras mantuviera este secreto, no podría liberarme de su dolor.
Tal vez te preguntes, Joyce, ¿dónde estaba Dios en todo esto? Él estaba allí. No me sacó de la situación cuando era una niña, pero me dio la fuerza para superarla. Es cierto que mi padre abusó de mí y no me amó ni protegió como debería haberlo hecho, y a veces parecía que nadie me ayudaría y que nunca terminaría.
Pero Dios siempre tuvo un plan para mi vida, y me ha redimido. Ha tomado lo que Satanás quería que fuera malo y lo ha convertido en algo bueno (véase Romanos 8:28). Me ha quitado la vergüenza y me ha dado una doble recompensa (véase Isaías 61:7).
Dios puede sanarte y restaurarte
Puede parecer imposible, pero la verdad de Dios me ha liberado de una vida de pretensiones y mentiras y ha restaurado mi alma. Soy la prueba viviente de que nada es demasiado difícil para Dios. Y no importa por lo que hayas pasado o lo mal que estés, ¡hay esperanza!
Por eso estoy contando mi historia. Necesitas saber lo bueno que es Dios y que tu lucha vale la pena. Si entregas tu vida a Cristo y realmente confías en Dios, puedes ser completamente sanado y restaurado para que puedas vivir la vida que Jesús murió para que tuvieras. No te rindas!
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