Informe de un caso

Una mujer de 45 años sin antecedentes médicos o psiquiátricos significativos fue remitida a una residencia psiquiátrica por un cirujano por sospecha de dolor abdominal psicógeno. La historia consistía en múltiples episodios agrupados de dolor abdominal desde hacía un año; cada episodio consistía en un dolor abdominal insufrible con auténtica angustia. El dolor comenzaba en la fosa ilíaca derecha y se irradiaba a la zona umbilical. Cada episodio de dolor duraba entre 10 y 15 minutos, y la paciente refería entre 5 y 10 episodios cada día. Cada episodio se asociaba a vómitos no proyectables. Los episodios no se asociaban a la variación diurna ni a la ingesta de alimentos. El dolor coincidía con una fuerte cefalea frontal y una ansiedad extrema. La paciente visitó a un médico general y de familia, un médico, un cirujano, un médico homeópata y un gastroenterólogo. El paciente fue investigado con múltiples investigaciones bioquímicas, imágenes con ultrasonografía (USG), tomografía computarizada (CT) y endoscopia, todas las cuales resultaron normales. Una prueba de antidepresivos por parte del cirujano no mejoró los síntomas; por lo tanto, el paciente fue remitido a un psiquiatra.

El paciente se presentó al psiquiatra con un intenso dolor abdominal y vómitos. El examen clínico mostró taquicardia (120-130 lpm), hipertensión (PA sistólica 150-180 mmHg, PA diastólica 100-110 mmHg). Incluso entre los episodios, la monitorización cardíaca mostró taquicardia (100-128 latidos por minuto) e hipertensión (PA sistólica 140-150 mmHg, PA diastólica 90-100 mmHg). El examen del estado mental durante los episodios mostró un sensorio intacto, afecto angustiado, preocupación por los síntomas sin alteraciones perceptivas. La exploración neurológica, que incluía plantares, reflejos, pupilas y fondo de ojo, estaba dentro de los límites normales durante los episodios.

Se diagnosticó provisionalmente a la paciente un trastorno de pánico con rasgos depresivos y se le aconsejó el ingreso para la realización de pruebas diagnósticas y tratamiento. Se enviaron las investigaciones rutinarias (recuento sanguíneo completo (CBC), pruebas de función hepática (LFT), pruebas de función renal (RFT), pruebas de función tiroidea y azúcares en ayunas y después de la comida) y se encontraron normales. El paciente fue monitorizado con un monitor cardíaco y un oxímetro de pulso durante todo el día. La paciente empezó a recibir una combinación de dosulepin (75 mg) y clonazepam (0,5 mg) para los síntomas psiquiátricos y un betabloqueante (atenolol 40 mg) para la hipertensión. La paciente informó de una mejora en las funciones vegetativas, pero el dolor episódico y la hiperactividad autonómica persistieron. Teniendo en cuenta la hipertensión episódica con cefalea, se sospechó un feocromocitoma, que se descartó cuando el ácido vanililmandélico (AVM) urinario de 24 horas y las metanefrinas séricas resultaron normales. La migraña abdominal y la porfiria se descartaron teniendo en cuenta la duración de los episodios, la falta de antecedentes familiares y la ausencia de otros hallazgos que apoyaran la porfiria. Se consideró entonces el diagnóstico de epilepsia abdominal y se apoyó en el electroencefalograma (EEG) (complejos de picos y ondas lentas en derivaciones bilaterales). La paciente comenzó a tomar un comprimido de valproato sódico de liberación sostenida de 600 mg en dos dosis divididas. El paciente informó de una mejora en la experiencia subjetiva de los síntomas en las primeras 12 horas y los signos vitales (pulso y presión arterial) se normalizaron en 48 horas. El clonazepam se redujo gradualmente y se suspendió durante el curso del ingreso y se continuó con la dosulepin junto con el valproato. El paciente estuvo en observación durante cinco días más y fue dado de alta cuando no se produjeron episodios durante 48 horas consecutivas. El paciente acudió a un seguimiento mensual y ha estado libre de síntomas durante los últimos 60 días.

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