INFORME DE CASO
Un varón de 36 años estaba aparentemente asintomático hasta el 16 de agosto de 2011, cuando, en el trasfondo de una vaga sensación de algo que se arrastraba bajo su piel, desarrolló una creencia de inicio repentino de que había sido infestado por gusanos que se arrastraban bajo su piel así como viajaban por todo su cuerpo. En los días siguientes, volvió a experimentar estas sensaciones, con lo que reforzó su creencia hasta un nivel inquebrantable de delirio, aunque no había ningún rasgo físico que sugiriera una infestación ni ningún fundamento lógico para mantener su creencia con tal convicción. Comenzó a pellizcarse las pieles para conseguir esos gusanos. Creía que estos gusanos tenían entre 3 y 7 cm de longitud y eran muy numerosos. Creía que estos gusanos le estaban mordiendo, dañando su órgano interno y comiendo su hueso y que finalmente lo matarían. Se asustó y buscó la ayuda de un médico. Le recetó un comprimido de albendazol, que no le proporcionó ningún alivio. Además, consultó a otro médico. El hemograma y el análisis de orina de rutina no presentaban ningún resultado. Se le administró un antihelmíntico y un antialérgico que no le alivió. Se le aconsejó que no tenía una infestación y que sus quejas no tenían una explicación física; sin embargo, se aferró a su creencia. Perdió el apetito, permaneció ansioso y durmió menos. Su médico tratante lo notó apagado y retraído, lo que llevó a la derivación psiquiátrica. Había antecedentes de hepatitis A 2 meses atrás, que había respondido al tratamiento del médico y del curandero local. No había antecedentes de prurito durante y después de la recuperación de la hepatitis. No había antecedentes ni familiares de ninguna enfermedad neurológica, psiquiátrica, endocrina, crónica o alérgica. Consumía alcohol ocasionalmente. No había antecedentes de abuso de otras sustancias. La exploración física en el momento del ingreso no reveló ningún rasgo de hepatitis activa ni de tiromegalia. La exploración sistémica estaba dentro de los límites normales. La exploración de la piel reveló marcas de picor y excoriaciones cutáneas tanto en las extremidades como en otras partes accesibles del cuerpo. El examen del estado mental reveló un afecto ansioso y deprimido, delirio de parasitosis, alucinaciones táctiles, deterioro de la visión y disminución de la biodrivia en un sensorio claro. Fue ingresado en la sala de psiquiatría para ser tratado como paciente interno. La evaluación seriada y la observación en la sala revelaron un delirio persistente de parasitosis, comportamiento delirante y alucinatorio de hurgarse la piel en un intento de atrapar el gusano, gestos intermitentes de dolor al sentir que los gusanos lo mordían, cognición depresiva secundaria, insomnio inicial y disminución del apetito. Las investigaciones pertinentes, incluyendo el hemograma, el análisis de orina, el análisis fecal, la función tiroidea, la función hepática, el VDRL, la glucemia, la ecografía abdominal, el marcador viral para la hepatitis activa, el electroencefalograma y la tomografía computarizada del cerebro estaban dentro del límite normal. También fue evaluado por el dermatólogo y el médico para la evaluación y exclusión de cualquier organicidad. Posteriormente se le diagnosticó un trastorno delirante persistente (psicosis hipocondríaca monosintomática – parasitosis delirante) según la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10-DCR) y se le trató con el antipsicótico típico trifluperazina (10 mg/día), psicoterapia ecléctica y otras medidas de apoyo. Sus delirios y alucinaciones remitieron en las dos semanas siguientes. Fue dado de alta después de 5 semanas con medicación de mantenimiento. Posteriormente ha estado asintomático y eutímico. En la actualidad, está asintomático desde hace 7 meses y ha sido regular en las revisiones mensuales.