Historia
La recuperación y los usos del mercurio, también conocido como azogue, se han descrito desde la antigüedad. Su uso a principios del segundo milenio a.C. en Egipto se ha insinuado pero no se ha autentificado, ya que el uso de sinónimos en los escritos antiguos oscurece el significado de algunos escritores, pero la extracción y concentración de cinabrio, el mineral más común de mercurio, se describió con seguridad en el siglo IV a.C. Se cree que los alquimistas de China utilizaban el mercurio para intentar convertir los metales comunes en oro ya en el siglo II a.C., y el escritor romano Plinio el Viejo escribió en el siglo I sobre la recuperación del azogue por destilación y condensación, el precursor de los métodos modernos de tratamiento metalúrgico. Plinio también describió el comercio de mercurio y cinabrio entre España y Roma.
Debido a que al mercurio se le atribuía en el folclore el poder de alejar los espíritus malignos y curar diversas dolencias, adquirió varios usos terapéuticos y agrícolas. En el siglo XVI, los hornos para tratar el cinabrio por destilación y condensación satisfacían la creciente demanda de azogue en medicina y en la amalgama de minerales de oro y plata. A partir del siglo XVII, el avance de la ciencia y la tecnología trajo consigo un aumento continuo de la demanda de mercurio para su uso en termómetros, barómetros y aplicaciones eléctricas y químicas.
En las primeras explotaciones mineras y de hornos de cinabrio y mercurio, los trabajadores mostraban los síntomas de envenenamiento por mercurio, pero se sabía poco sobre la causa y el tratamiento. A medida que los operarios aprendieron a reducir el escape de gases mejorando los hornos y condensadores y a promover la higiene personal, la incidencia de la intoxicación disminuyó. A lo largo de la historia, el cinabrio se ha utilizado como pigmento o colorante por su atractivo color rojo, y en el siglo XIX algunos indios americanos de California se quejaron de una enfermedad que se diagnosticó como envenenamiento por mercurio causado por el cinabrio de las pinturas de guerra. Se sabía poco sobre la liberación de mercurio al medio ambiente por parte de las industrias química, eléctrica y de baterías hasta el siglo XX, cuando la profesión médica y las agencias gubernamentales comenzaron a evaluar las plantas y las operaciones. A partir de entonces, las normativas que reducían las emisiones de las plantas mejoraron el medio ambiente en estas operaciones y sus alrededores.