El hígado es un órgano de forma triangular metido debajo de la caja torácica en el lado derecho del cuerpo. En un adulto medio, el hígado tiene el tamaño de un balón de fútbol y pesa alrededor de un kilo. El hígado es responsable de filtrar las toxinas de la sangre, ayudar en la digestión y el metabolismo y producir muchas sustancias importantes, como las proteínas que coagulan la sangre.

El tratamiento del cáncer infantil a veces puede dañar el hígado. Es importante conocer el funcionamiento del hígado para mantenerlo lo más sano posible.

Signos y síntomas del daño hepático

Muchas personas con daño hepático no presentan ningún síntoma. Algunas personas pueden desarrollar ictericia (ojos y piel amarillentos), orina oscura, heces pálidas (de color arcilla), picor intenso, facilidad para la aparición de hematomas o hemorragias, fatiga crónica, náuseas, pérdida de apetito u otros síntomas. El hígado a veces se agranda (hepatomegalia) y, a medida que aumenta el daño hepático, el hígado puede endurecerse (fibrosis) y cicatrizar (cirrosis). Finalmente, puede haber acumulación de líquido en el abdomen (ascitis), inflamación del bazo (esplenomegalia) o hemorragia en el esófago o el estómago. En muy raras ocasiones, puede desarrollarse un cáncer de hígado.

Tratamientos para el cáncer infantil que pueden causar problemas de hígado

Las personas que recibieron radiación en las siguientes zonas pueden correr el riesgo de sufrir problemas de hígado:

  • Irradiación corporal total (TBI)
  • Radiación a todo el abdomen
  • Radiación al hígado, especialmente a dosis de 20 Gy (2000 cGy/rads) o superiores

Los siguientes medicamentos de quimioterapia también tienen el potencial de causar daños en el hígado, aunque el momento más probable para que esto ocurra es durante el tratamiento o poco después de que éste termine. Es muy poco frecuente que estos medicamentos causen problemas hepáticos años después del tratamiento:

  • Metotrexato
  • Mercaptopurina
  • Dactinomicina

Otros factores de riesgo incluyen:

  • Condiciones médicas que afectan al hígado, como un tumor hepático o la extirpación quirúrgica de una gran parte del hígado
  • Problemas hepáticos preexistentes
  • Consumo excesivo de alcohol
  • Infección hepática crónica (hepatitis) – véase el Enlace de Salud relacionado: «Hepatitis después del cáncer infantil»
  • Historia de transfusiones múltiples – véase el Enlace de Salud relacionado: «Hepatitis después de un cáncer infantil»
  • Enfermedad crónica de injerto contra huésped (como resultado de un trasplante de médula ósea o de células madre)

Pruebas realizadas para controlar la función hepática

Hay tres tipos principales de análisis de sangre utilizados para controlar el hígado:

  • Las pruebas de enzimas hepáticas controlan los niveles de proteínas especializadas que normalmente están presentes en el interior de las células hepáticas. Si las células del hígado están dañadas, estas proteínas pueden salir, provocando niveles elevados de enzimas hepáticas en la sangre. Las pruebas de enzimas hepáticas más comunes son:
  • Alanina aminotransferasa (ALT), a veces también llamada SGPT
  • Aspartato aminotransferasa (AST), a veces también llamada SGOT
  • Las pruebas de función hepática son indicadores del funcionamiento del hígado. Las pruebas de función hepática más comunes son:
  • Bilirrubina-un producto de desecho formado durante la descomposición de los glóbulos rojos
  • Albúmina-una importante proteína de la sangre que es producida por el hígado
  • Tiempo de protrombina (TP)-una medida de la coagulación de la sangre

Cuidado de seguimiento para los que están en riesgo

Un análisis de sangre para evaluar el hígado (incluyendo ALT, AST y bilirrubina) debe realizarse cuando los supervivientes entran en los cuidados de seguimiento a largo plazo (normalmente a los 5 años del diagnóstico o a los 2 años de terminar la terapia). Un profesional de la salud también debe comprobar si el hígado está agrandado durante los exámenes físicos anuales. Si se detectan problemas, pueden recomendarse pruebas adicionales y la remisión a un especialista en hígado. Las personas con riesgo de padecer hepatitis pueden necesitar más pruebas.

Mantener el hígado sano

  • Si los pacientes no tienen inmunidad contra la hepatitis A y B, deben vacunarse contra estas infecciones comunes para proteger el hígado (actualmente no existe una vacuna que proteja contra la hepatitis C). Un análisis de sangre puede determinar si una persona tiene inmunidad contra la hepatitis A y B.
  • Beba alcohol con moderación.
  • Beba mucha agua.
  • Consuma una dieta bien equilibrada y rica en fibra. Reduzca el consumo de alimentos grasos, salados, ahumados y curados.
  • No tome más dosis de las recomendadas de medicamentos.
  • Evite tomar medicamentos innecesarios.
  • No mezcle drogas y alcohol.
  • No consuma drogas ilegales en la calle.
  • Consulte con un profesional sanitario antes de empezar a tomar cualquier medicamento nuevo sin receta o hierbas y suplementos para asegurarse de que no tienen efectos perjudiciales para el hígado.
  • Si es sexualmente activo, utilice protección de barrera (como preservativos de látex) durante el contacto sexual íntimo para prevenir la infección por virus que puedan dañar el hígado.
  • Evite la exposición a sustancias químicas (disolventes, limpiadores en aerosol, insecticidas, diluyentes de pintura y otras toxinas) que puedan ser perjudiciales para el hígado. Cuando utilice estas sustancias, utilice una mascarilla y guantes y trabaje en una zona bien ventilada.

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