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La cultura humana se basa en nuestra capacidad para comunicarnos entre nosotros. La vida social se considera una prioridad absoluta para la mayoría de las personas. Pero ¿qué ocurre cuando hay personas que no parecen valorarla tanto?

Una gran parte de la población se considera introvertida. Pero un subgrupo de estos introvertidos podría clasificarse a sí mismo como introvertido extremo, hasta el punto de utilizar el término asocial.

Son personas que simplemente prefieren no participar en la interacción social. Así que, en una sociedad que también valora la autonomía y la libertad, ¿no parece una broma cruel obligar a alguien a interactuar con otros cuando no quiere hacerlo?

El problema es que hemos construido un mundo en el que la interacción social es un requisito para todo. Para profundizar en este dilema, es importante analizar algunas suposiciones sobre la vida social que muchas personas podrían dar por sentadas.

  • Es saludable socializar.
  • Es necesario juzgar y criticar a los demás.
  • Es inevitable ser objeto de la atención de otro.

Ahora, vamos a desglosar un poco más estos puntos para que podamos cuestionar estas suposiciones.

¿Qué tiene de saludable socializar?

La interacción social es el juego al que le gusta jugar a los humanos. Es el juego que inventamos. Desarrollamos un lenguaje complejo, por lo que ahora nos vemos obligados a utilizarlo, constantemente.

Vivimos en un sistema que surge de una empresa mayor llamada jerarquía social. Este es el método por el cual los seres humanos llevan a cabo su agenda como animal dominante. La interacción social es el truco evolutivo que nos ha permitido aprovecharnos los unos de los otros y nos ha permitido subyugar a cualquier otro ser vivo del planeta.

La asocialidad es simplemente no querer participar en ese juego. La asocialidad es la sensación de que la vida no es más satisfactoria cuando está llena de estímulos sociales. La asocialidad es la reticencia a llenar el aire de palabras sólo porque podemos hacerlo.

¿Qué hay de saludable en reunirse en grupo para hablar de los demás?

Cuando las personas se reúnen en grupo, a menudo se trata de presumir de uno mismo, de cotillear sobre los demás o de bromear a costa de algún miembro de otro grupo. Está en nuestra naturaleza estar obsesionados con los sucesos de otras personas. Estamos en una búsqueda constante para demostrar que somos mejores que la siguiente persona.

Los individuos sociales prefieren no participar en esta competición. No es divertido degradar a los demás con florituras verbales. Las personas asociales prefieren enormemente la compañía de sus propios pensamientos a los aborrecibles e imprevisibles pensamientos de todos los demás.

Las personas asociales se entretienen mucho más con sus propios mundos internos -las extensiones tranquilas y libres de personas reales de esos mundos que han creado para sí mismas.

Ser asocial no es algo negativo. Saber que eres asocial y aceptarte a ti mismo es un paso hacia la libertad. Es liberarse del control abierto y sutil que otras personas pueden ejercer sobre ti. Es liberarse del miedo, la duda y la culpa de no ser como la mayoría.

¿Qué hay de saludable en la objetivación social?

Desde la perspectiva del introvertido extremo, gran parte de la vida ahí fuera se siente como un juego de objetivación: una competencia constante, una comparación desenfrenada entre el yo y el otro, y un asalto interminable a la estima intrapersonal. Esta no es una buena manera de alimentar tu autoconcepto. Es mucho mejor enseñar a las personas a fortalecerse a sí mismas desde dentro.

Las personas muy sociables a menudo destacarán los aspectos negativos de la asocialidad: utilizarán adjetivos como distante, escamoso, evasivo o tímido para describir a las personas asociales. Pero en realidad, asocial no debería ser sinónimo de rasgos antisociales. De hecho, es exactamente lo contrario.

Cuando eres antisocial, juegas al juego social hasta extremos grotescos para herir a los demás. Cuando eres asocial eliges no participar en la manipulación, las maquinaciones, la traición y el engaño que son tan frecuentes en el discurso humano.

Ser asocial no es un compromiso de evitar a la gente por completo. Una persona asocial puede elegir interactuar con otra persona por las razones correctas. Y muchos son perfectamente fluidos en su deseo de expresar y compartir la intimidad con amigos, familiares y parejas románticas. Pero siempre es por elección propia y siempre con respeto mutuo hacia el otro.

Conclusión

Las personas asociales valoran la intensa energía emocional y cognitiva que supone invertir en la interacción social, y no desperdiciarían esa energía en fines frívolos. La triste verdad es que muchos de los llamados niños «tímidos» crecen pensando que hay algo malo en su forma de ser.

Mi esperanza es que algún día el mundo acepte la asocialidad como una parte valorada de un espectro disposicional de la misma manera que acepta otras disposiciones biológicas que no son elecciones conscientes. Al igual que la raza, la religión o la preferencia sexual de una persona se considera una categoría respetada, quizá también se respeten las preferencias de socialización humana y se les dé mayor cabida en el futuro.

Después de todo, ¿por qué íbamos a elegir ser algo que nos pone en mayor desventaja social? ¿Por qué elegiríamos conscientemente ser algo que es criticado o percibido como poco saludable? Al igual que no es saludable que las personas socialmente motivadas se aíslen de los demás, tampoco es saludable que las personas asociales se vean obligadas a interactuar más de lo que pueden tolerar.

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