Según la clasificación de trastornos mentales del DSM-IV, la fobia a las lesiones es una fobia específica de tipo sangre/inyección/lesión. Es un miedo anormal y patológico a sufrir una lesión.
Otro nombre para la fobia a las lesiones es traumatofobia, del griego τραῦμα (trauma), «herida, dolor» y φόβος (phobos), «miedo». Se asocia con la fobia a la sangre (BII). Quienes la padecen muestran una ansiedad irracional o excesiva y un deseo de evitar objetos y situaciones específicas temidas, hasta el punto de evitar procedimientos médicos que podrían salvar la vida. Según un estudio, es más común en las mujeres.
Lo que diferencia a la fobia a las lesiones es que cuando una persona se expone a la sangre, a una lesión o a una inyección, comienza a experimentar sensaciones extremas de terror, como falta de aliento; sudoración excesiva; sequedad de boca; sensación de malestar; temblores; palpitaciones del corazón; incapacidad para hablar o pensar con claridad; miedo a morir, a volverse loco o a perder el control; sensación de alejamiento de la realidad; o un ataque de ansiedad en toda regla. En particular, la fobia dental es distinta de la traumatofobia.
Los tratamientos disponibles son principalmente terapias conductuales y cognitivas, siendo las más comunes las conductuales. Un método de terapia conductual para la traumatofobia consiste en exponer al cliente a los estímulos, que en este caso son la exposición a la sangre, las heridas y las inyecciones, y repetir el proceso hasta que las reacciones del cliente sean menores y/o se curen. La hipnoterapia también es una opción.