Beber alcohol tiene claramente un efecto importante en las conductas sociales, como el aumento de la agresividad, la autodivulgación, la aventurilla sexual, etc. La investigación ha demostrado que estos efectos pueden provenir de las creencias que tenemos sobre los efectos del alcohol. Se sabe menos sobre cómo el alcohol en sí afecta a estos comportamientos. Ha empezado a surgir una explicación cognitiva, según la cual el alcohol deteriora el procesamiento de la información necesaria para inhibir los impulsos de respuesta -la capacidad de prever las consecuencias negativas de la respuesta, de recordar las normas de inhibición, etc.-. Nuestra hipótesis es que el deterioro del alcohol hará que una respuesta social sea más extrema o excesiva cuando la respuesta se vea presionada tanto por las señales inhibidoras como por las instigadoras; en nuestros términos, cuando se encuentre bajo un conflicto de respuesta inhibidora. En ese caso, el daño del alcohol al procesamiento inhibitorio permite que las presiones instigadoras influyan más en la respuesta, aumentando su carácter extremo. En el presente meta-análisis, cada prueba publicada sobre el efecto del alcohol en una conducta social o socialmente significativa fue calificada (validada frente a jueces independientes) en cuanto a si estaba bajo conflicto inhibitorio alto o bajo. En las pruebas de bajo conflicto, los sujetos intoxicados se comportaron sólo una décima de desviación estándar más extremadamente que sus controles sobrios, mientras que en las pruebas de alto conflicto fueron una desviación estándar completa más extrema. El efecto del conflicto aumentó con la dosis de alcohol, se demostró que no estaba mediado por las expectativas de consumo de alcohol, y se generalizó con pocas excepciones en los 34 estudios y 12 comportamientos sociales incluidos en este análisis.

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