Durante dos días de 1944, los bombarderos aliados hicieron llover la destrucción sobre las playas de las Islas Carolinas, en el Pacífico Sur.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la laguna acogió a la Flota Imperial de Japón, que quedó destruida tras la Operación Hailstone, a menudo conocida como el Pearl Harbor japonés. En la actualidad, cientos de aviones japoneses y otras máquinas militares permanecen en el fondo de la laguna, lo que la convierte en uno de los mejores lugares del mundo para bucear entre los restos de la Segunda Guerra Mundial.
Las islas formaron en su día parte de las Indias Occidentales españolas, exploradas por Magallanes y posteriormente visitadas por comerciantes y misioneros españoles. Las islas bajas de coral están rodeadas por un notable arrecife protegido, ideal para albergar una armada.
El 17 de febrero de 1944, cinco portaaviones de flota y cuatro portaaviones ligeros, junto con buques de apoyo y unos 500 aviones, descendieron sobre las islas en un ataque sorpresa. Apenas una semana antes del ataque, los militares japoneses habían trasladado más barcos a la zona y, como resultado, se destruyeron aproximadamente 250 aviones japoneses y se hundieron más de 50 barcos. Se estima que unos 400 soldados japoneses murieron en un solo barco, atrapados en la bodega de carga. La mayor parte de la flota permanece exactamente en el mismo lugar en el que fue dejada, en gran parte olvidada por el mundo hasta finales de la década de 1960.
La película de Jacques Cousteau de 1969 Lagoon of Lost Ships exploró la laguna iluminada por los naufragios, y muchos de los barcos hundidos estaban entonces todavía llenos de cuerpos. Cuando los buceadores de pecios llamaron la atención sobre el lugar, Japón inició los esfuerzos de recuperación, y muchos cuerpos han sido retirados y devueltos a Japón para ser enterrados. Sin embargo, aún quedan algunos.
Muchos de los pecios son visibles a través de las aguas poco profundas y claras, lo que hace que sea una inmersión accesible. Los propios pecios pueden ser muy peligrosos, no sólo por los bordes desiguales y los enredos de cables, sino por las fugas de petróleo y combustible de hace medio siglo que se producen en el agua, creando una situación potencialmente peligrosa.
Hasta la década de 1990, la laguna se conocía como Truk, pero ahora se llama Chuuk. Muchos mapas siguen mostrando ambos nombres.