P. ¿Por qué son diferentes el Credo de los Apóstoles y el Credo de Nicea?
A. Como todos los credos católicos, el de los Apóstoles y el de Nicea proporcionan algo así como un resumen de la fe que profesamos. Sin embargo, ningún credo breve puede incluir todas las creencias cristianas fundamentales, y las circunstancias históricas específicas determinaron qué fundamentos se incluyeron o enfatizaron en cada credo. El resultado es una cierta variación en el contenido, aunque, por supuesto, no en la doctrina.
He aquí un ejemplo de un principio fundamental de la fe que no se declara expresamente en ninguno de los dos credos: El de Nicea señala que Cristo «resucitó en cumplimiento de las Escrituras» y que el Espíritu Santo «ha hablado por los profetas». Pero no contiene, como tampoco lo hace el Credo de los Apóstoles, una declaración explícita de la inspiración divina de las Escrituras.
¿Por qué no? En gran parte porque, en el período en que se desarrollaron estos credos, no había ningún desafío serio planteado por las facciones heréticas a la verdad de que la Escritura es divinamente inspirada (aunque, por supuesto, hubo desafíos heréticos a la elección de la Iglesia de los libros que se incluyen en la Biblia).
Por otra parte, el Credo Niceno (técnicamente, el Credo Niceno-Constantinopolitano) tuvo su origen en la respuesta de la Iglesia a un antiguo movimiento herético (el arrianismo), que enseñaba que Dios Hijo era una criatura hecha por Dios Padre, y por tanto no era plenamente igual a Él. Por eso este credo enfatiza y profundiza en la plena divinidad de Jesucristo: Él es «el Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre; por Él fueron hechas todas las cosas»
En cambio, el Credo de los Apóstoles, habiéndose desarrollado en circunstancias históricas diferentes, habla de Él simplemente como «Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor»
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