En el año 507 a.C., el líder ateniense Cleístenes introdujo un sistema de reformas políticas que llamó demokratia, o «gobierno del pueblo» (de demos, «el pueblo», y kratos, o «poder»). Fue la primera democracia conocida en el mundo. Este sistema se componía de tres instituciones distintas: la ekklesia, un órgano de gobierno soberano que redactaba las leyes y dictaba la política exterior; la boule, un consejo de representantes de las diez tribus atenienses y la dikasteria, los tribunales populares en los que los ciudadanos argumentaban los casos ante un grupo de jurados seleccionados por sorteo. Aunque esta democracia ateniense sólo sobrevivió dos siglos, su invención por Cleístenes, «el padre de la democracia», fue una de las contribuciones más duraderas de la antigua Grecia al mundo moderno. El sistema griego de democracia directa allanaría el camino para las democracias representativas en todo el mundo.
¿Quién podía votar en la antigua Grecia?
«En una democracia», escribió el historiador griego Heródoto, «existe, en primer lugar, la más espléndida de las virtudes, la igualdad ante la ley». Es cierto que la demokratia de Cleístenes abolió las distinciones políticas entre los aristócratas atenienses, que habían monopolizado durante mucho tiempo el proceso de toma de decisiones políticas, y la gente de la clase media y trabajadora que formaba el ejército y la marina (y cuyo incipiente descontento fue la razón por la que Cleístenes introdujo sus reformas en primer lugar). Sin embargo, la «igualdad» descrita por Heródoto se limitaba a un pequeño segmento de la población ateniense en la antigua Grecia. Por ejemplo, en Atenas a mediados del siglo IV había unos 100.000 ciudadanos (la ciudadanía ateniense se limitaba a los hombres y mujeres cuyos padres también habían sido ciudadanos atenienses), unos 10.000 metoikoi, o «extranjeros residentes», y 150.000 esclavos. De todas esas personas, sólo los ciudadanos varones mayores de 18 años formaban parte del demos, lo que significa que sólo unas 40.000 personas podían participar en el proceso democrático.
La Ekklesia
La democracia ateniense era una democracia directa compuesta por tres importantes instituciones. La primera era la ekklesia, o Asamblea, el órgano de gobierno soberano de Atenas. Cualquier miembro del demos -cualquiera de esos 40.000 ciudadanos varones adultos- podía asistir a las reuniones de la ekklesia, que se celebraban 40 veces al año en un auditorio situado en la ladera de la colina, al oeste de la Acrópolis, llamado Pnyx. (Sólo unos 5.000 hombres asistían a cada sesión de la Asamblea; el resto estaba sirviendo en el ejército o la marina o trabajando para mantener a sus familias). En las reuniones, la ekklesia tomaba decisiones sobre la guerra y la política exterior, redactaba y revisaba las leyes y aprobaba o condenaba la conducta de los funcionarios públicos. (El ostracismo, por el que un ciudadano podía ser expulsado de la ciudad-estado ateniense durante 10 años, era uno de los poderes de la ekklesia). El grupo tomaba decisiones por simple mayoría de votos.
La boule
La segunda institución importante era la boule, o Consejo de los Quinientos. La boule era un grupo de 500 hombres, 50 de cada una de las diez tribus atenienses, que formaban parte del Consejo durante un año. A diferencia de la ekklesia, el boule se reunía todos los días y realizaba la mayor parte del trabajo práctico de gobierno. Supervisaba a los trabajadores del gobierno y se encargaba de cosas como los barcos de la armada (trirremes) y los caballos del ejército. Trataba con los embajadores y representantes de otras ciudades-estado. Su función principal era decidir qué asuntos se presentaban ante la ekklesia. De este modo, los 500 miembros de la boule dictaban el funcionamiento de toda la democracia.
Los puestos de la boule se elegían por sorteo y no por elección. Esto se debía a que, en teoría, una lotería aleatoria era más democrática que una elección: el puro azar, después de todo, no podía ser influenciado por cosas como el dinero o la popularidad. El sistema de lotería también evitaba la creación de una clase permanente de funcionarios que pudieran tener la tentación de utilizar el gobierno para progresar o enriquecerse. Sin embargo, los historiadores sostienen que la selección para el bufete no siempre fue una cuestión de azar. Señalan que las personas ricas e influyentes -y sus parientes- formaban parte del Consejo con mucha más frecuencia de lo que sería probable en un sorteo verdaderamente aleatorio.
La Dikasteria
La tercera institución importante eran los tribunales populares, o dikasteria. Cada día, más de 500 jurados eran elegidos por sorteo entre un grupo de ciudadanos varones mayores de 30 años. De todas las instituciones democráticas, Aristóteles sostenía que la dikasteria «era la que más contribuía a la fuerza de la democracia» porque el jurado tenía un poder casi ilimitado. En Atenas no había policía, por lo que eran los propios demos los que llevaban los casos judiciales, argumentaban a favor de la acusación y la defensa y emitían veredictos y sentencias por mayoría. (Tampoco había reglas sobre qué tipo de casos podían ser procesados o qué podía y no podía decirse en el juicio, por lo que los ciudadanos atenienses utilizaban con frecuencia la dikasteria para castigar o avergonzar a sus enemigos.)
Los jurados recibían un salario por su trabajo, de modo que el trabajo podía ser accesible a todos y no sólo a los ricos (pero, como el salario era inferior a lo que ganaba el trabajador medio en un día, el jurado típico era un jubilado de edad avanzada). Como los atenienses no pagaban impuestos, el dinero para estos pagos procedía de los derechos de aduana, las contribuciones de los aliados y los impuestos cobrados a los metoikoi. La única excepción a esta regla era la leitourgia, o liturgia, que era una especie de impuesto que las personas ricas pagaban voluntariamente para patrocinar grandes empresas cívicas, como el mantenimiento de un barco de la armada (esta liturgia se llamaba trierarchia) o la producción de una obra de teatro o una representación coral en el festival anual de la ciudad.
El fin de la democracia ateniense
Alrededor del año 460 a.C., bajo el gobierno del general Pericles (los generales eran de los únicos funcionarios públicos que eran elegidos, no nombrados) la democracia ateniense comenzó a evolucionar hacia algo que llamaríamos una aristocracia: el gobierno de lo que Heródoto llamó «el hombre único, el mejor». Aunque los ideales y procesos democráticos no sobrevivieron en la antigua Grecia, han influido en los políticos y gobiernos desde entonces.
Las democracias representativas modernas, en contraste con las democracias directas, tienen ciudadanos que votan a representantes que crean y promulgan leyes en su nombre. Canadá, Estados Unidos y Sudáfrica son ejemplos de democracias representativas modernas.