Con los millones de muertes que se atribuyen a los virus naturales como la viruela, la gripe, el coronavirus, el VIH y el ébola, no es de extrañar que los expertos vean en los virus artificiales una de las principales amenazas existenciales para los humanos.

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El primer virus sintético fue creado en 2002, y con los genomas de más de 3.000 virus disponibles en línea, puede ser sólo cuestión de tiempo hasta que uno sea liberado deliberadamente.

Virus de la gripe A © Getty Images

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2

Erupción de un supervolcán

La erupción de un supervolcán, como el que está debajo de Yellowstone, podría bombear tanta ceniza que bloquearía el Sol, enviando a la Tierra a una edad de hielo y haciendo que se extinga un gran número de especies por el camino.

Sin la energía del Sol que impulsa casi todos los procesos naturales, los humanos tienen pocas esperanzas de aguantar.

La erupción de un supervolcán podría suponer el fin de la humanidad © Getty Images
3

Inteligencia artificial

Los expertos estiman que llegaremos a una IA tan inteligente como un humano en las próximas décadas.

Pero no se detendrá ahí: pronto la IA será mucho más inteligente, y no podremos comprender su pensamiento más de lo que un perro puede comprender el nuestro.

¿El resultado probable? La inmortalidad, si podemos mantener a nuestros sirvientes digitales centrados en los objetivos correctos. O la extinción, si no podemos.

La inteligencia artificial tendrá profundos efectos en nuestra especie © Getty Images
4

Apocalipsis nuclear

El número de países con armas nucleares está aumentando. Cualquier intercambio significativo de armas nucleares tendría un efecto similar al de la erupción de un supervolcán, con cenizas que bloquearían el Sol.

Un invierno nuclear, combinado con la lluvia radioactiva, daría lugar a un mundo en el que, como dijo una vez el ex líder soviético Nikita Khrushchev, «los vivos envidiarán a los muertos».

Un invierno nuclear supondría el fin seguro de la mayor parte de la vida en el planeta © Getty Images
5

Resistencia a los antibióticos

El descubrimiento de la penicilina en 1928 cambió el mundo: una infección dejó de ser una sentencia de muerte para convertirse en un inconveniente menor.

Pero la prescripción excesiva de antibióticos, combinada con la afición de la industria cárnica a las inyecciones rutinarias de antibióticos en animales sanos, ha engendrado un número creciente de superbacterias inmunes a nuestros medicamentos más potentes.

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