El estudio de la cultura ha ganado una presencia notable a través de la investigación, la formación y la práctica en la psicología estadounidense (American Psychological Association, 2003; Cheung, 2012). Como estudiantes de posgrado, todos nos hemos familiarizado con ciertas frases: competencia cultural, biculturalismo y diversidad humana, por ejemplo. El creciente énfasis en la conciencia cultural se debe en gran medida a los esfuerzos de las organizaciones profesionales y estudiantiles, como la APS y el Caucus Estudiantil de la APS, para promover la investigación que capta la complejidad de la sociedad culturalmente diversa en la que vivimos. Como individuo bicultural, me fascina la investigación que examina la influencia de la cultura en la psicología utilizando métodos de investigación empíricos. En este sentido, expongo la necesidad de investigar la cultura en el contexto de un modelo teórico integrador de la cultura, la psicología y el comportamiento.
¿Qué es la cultura?
Desde muy pronto, la disciplina de la psicología reconoció la influencia de la cultura en el comportamiento humano (Wundt, 1921), pero los científicos de la psicología han tenido dificultades para medir adecuadamente este concepto. La cultura es intrínsecamente difícil de definir debido a su naturaleza multifacética (por ejemplo, las dimensiones de colectivismo e individualismo dentro de un grupo); por lo tanto, los investigadores a menudo han utilizado variables demográficas (etnia, raza, idioma, origen nacional, estatus socioeconómico, etc.) como sustitutos de la cultura, lo que lleva a una dependencia excesiva de las comparaciones de grupo. Es posible que este método de análisis no tenga plenamente en cuenta la influencia de la cultura tanto entre los grupos como dentro de ellos. Como persona de origen étnico mixto y estatus generacional (mis tatarabuelos maternos emigraron de Sicilia, lo que me convierte en estadounidense de tercera generación, y mi padre emigró de Camboya, lo que me convierte también en estadounidense de primera generación), cuestiono el concepto de grupos «culturales» distintos. Para mí, las variables sociodemográficas no captan plenamente el concepto de cultura.
Afortunadamente, los expertos en investigación cultural han hecho grandes avances en la conceptualización de la cultura. En 1993, Héctor Betancourt y Steven Regeser López (ahora en la Universidad del Sur de California) destacaron cómo las variables sociodemográficas contribuyen a los factores culturales pero no miden suficientemente la cultura. En cambio, señalaron que la cultura puede definirse como las creencias, valores, normas, expectativas y prácticas socialmente compartidas dentro de un grupo, comunidad o sociedad en general. En pocas palabras, la cultura incluye las reglas tácitas de conducta dentro de un grupo, como las normas sociales aceptables. Esta definición se centra intencionadamente en los elementos psicológicamente relevantes de la «cultura subjetiva», como las normas sociales, los roles, las creencias y los valores (Triandis et al., 1980). La lectura de la investigación de Betancourt y López afianzó mi interés por llevar a cabo una investigación cultural, ya que proporcionó un método para cuantificar los matices que a menudo se dan por sentados en nuestras interacciones cotidianas. Mi deseo de explorar empíricamente el impacto de la cultura en el comportamiento humano me llevó en 2011 al Laboratorio de Cultura y Comportamiento de Betancourt en la Universidad de Loma Linda.
¿Cómo se cuantifica la cultura?
Cuando planteé esta pregunta a mi mentor como estudiante de primer año de posgrado, me dijo que medir la cultura es «difícil, pero factible». He escuchado esta frase muchas veces desde entonces, y cobra más importancia cuanto más participo en la investigación cultural. El Laboratorio de Cultura y Comportamiento utiliza un enfoque metodológico denominado «enfoque ascendente», en el que utilizamos la propia población de interés como fuente para construir medidas culturales. El desarrollo de medidas culturales directamente a partir de la población de interés reconoce la heterogeneidad de los grupos culturalmente diversos, que suelen incluir más diferencias dentro del grupo que entre grupos (Betancourt & Flynn, 2009).
El enfoque ascendente se ha utilizado en la investigación sobre cultura y conductas de salud para identificar creencias, valores, normas y prácticas socialmente compartidas. Este enfoque consiste en realizar entrevistas semiestructuradas en grupos focales con participantes culturalmente diversos para identificar factores culturales específicos (Betancourt, Flynn, Riggs, & Garberoglio, 2010). Al comenzar con un enfoque cualitativo, los investigadores evitan hacer suposiciones estereotipadas sobre el grupo que están investigando. Una vez que los investigadores han extraído los factores culturales más destacados de las entrevistas, esta información se utiliza para desarrollar ítems cerrados que luego se prueban de forma piloto con una pequeña muestra. Por último, los investigadores perfeccionan y prueban estos ítems con una muestra más amplia para examinar la estructura, la fiabilidad, la validez predictiva y la equivalencia de la medida cultural recién desarrollada. A través de un modelo teórico que integra los factores sociodemográficos, culturales y psicológicos del comportamiento, podemos investigar todos estos factores simultáneamente.
Figura 1. Modelo integrador de cultura, factores psicológicos y comportamiento de Betancourt, adaptado para el estudio del comportamiento en salud. Villarruel, F. A., Carlo, G., Grau, J., Azmitia, M., Cabrera, N. J., Chahin, T. J. Handbook of US Latino Psychology: Developmental and Community-Based Perspectives, p. 357. Copyright © (2009) de SAGE Publications, Inc. Reimpreso con permiso de SAGE Publications, Inc.
El Modelo Integrador de Betancourt para el Estudio de la Cultura, los Factores Psicológicos y el Comportamiento, adaptado para el estudio del comportamiento en salud (Betancourt & Flynn, 2009), conceptualiza los factores sociodemográficos, culturales y psicológicos como
antecedentes de los comportamientos (ver Figura 1). En consonancia con la definición de cultura señalada anteriormente, los factores sociodemográficos (por ejemplo, la etnia, la religión, la orientación sexual, el estatus socioeconómico) se consideran fuentes de cultura más que una definición de cultura (A), y la cultura (B) se define como creencias, normas, valores, prácticas y expectativas compartidas. Este modelo es único en el sentido de que se considera que los factores culturales influyen en la conducta sanitaria (D) tanto directamente como indirectamente a través de los factores psicológicos (C). Para destacar este punto, los factores psicológicos (por ejemplo, la cognición, la emoción, la motivación) pueden mediar en la relación entre la cultura y el comportamiento. La aplicación de este modelo mediante la estadística multivariante avanzada permite a los investigadores comprobar la estructura de las relaciones entre múltiples variables simultáneamente. En particular, este modelo teórico ha sido apoyado a través de múltiples comportamientos de salud (Betancourt, Flynn, & Ormseth, 2011; Flynn, Betancourt, & Ormseth, 2011).
He utilizado este modelo en mi propia investigación (Ung, Betancourt, & Flynn, 2014), que tuve la suerte de presentar en el simposio 2014 APSSC RISE Student Award. Quería investigar tanto los factores culturales como los psicológicos que influían en la adherencia a la dieta entre un grupo culturalmente diverso de pacientes diabéticos de tipo 2. Utilizando el modelo integrador de Betancourt, se identificó la susceptibilidad a la influencia social (por ejemplo, no ser capaz de rechazar la comida ofrecida como señal de afecto) desde la base como una posible barrera para la adherencia a la dieta tanto para las poblaciones nativas americanas como para las convencionales (es decir, los grupos mayoritarios) cuando se les ofrecía comida poco saludable. La susceptibilidad a la influencia social inhibió la autoeficacia, lo que a su vez redujo la adherencia a la dieta. La integración de la cultura en este estudio preliminar permitió considerar múltiples puntos de intervención que abordan tanto las creencias culturales socialmente compartidas sobre la dieta como los factores
psicológicos que pueden apoyar una alimentación saludable. Estos hallazgos podrían informar sobre intervenciones culturalmente competentes que prevengan las complicaciones graves relacionadas con la diabetes tipo 2 no controlada y comenzar a abordar los mecanismos subyacentes que pueden estar impulsando las aparentes disparidades de salud entre las poblaciones mayoritarias y las minoritarias.
Observaciones finales
Mi esperanza es que este artículo haya proporcionado recursos para llevar a cabo una investigación cultural teóricamente guiada utilizando medidas culturales sólidas y haya puesto de relieve el potencial de aplicar los resultados de la investigación para mejorar la salud física y mental entre las poblaciones desatendidas. La diversidad cultural en la sociedad contemporánea seguirá creciendo, lo que requiere una investigación que dé cuenta de las complejas relaciones entre los factores sociodemográficos, culturales y psicológicos del comportamiento.
American Psychological Association. (2003). Guidelines on multicultural education, training, research, practice, and organizational change for psychologists. American Psychologist, 58, 377-402. doi:10.1037/0003-066X.58.5.377
Betancourt, H., &Flynn, P. M. (2009). La psicología de la salud: La salud física y el papel de la cultura y el comportamiento. En F. A. Villarruel, G. Carlo, J. M. Grau, M. Azmitia, N. J. Cabrera, & T. J. Chahin (Eds.), Handbook of US Latino psychology (pp. 347-361). Thousand Oaks, CA: SAGE.
Betancourt, H., Flynn, P. M., & Ormseth, S. R. (2011). Maltrato sanitario y continuidad de la detección del cáncer entre mujeres latinas y angloamericanas en el sur de California. Women & Health, 51, 1-24. doi:10.1080/03630242.2011.541853
Betancourt, H., Flynn, P. M., Riggs, M., & Garberoglio, C. (2010). Un enfoque de investigación cultural para el desarrollo de instrumentos: El caso del cribado del cáncer de mama y de cuello de útero entre mujeres latinas y anglosajonas. Health Education Research, 25, 991-1007.
Betancourt, H., & López, S. R. (1993). El estudio de la cultura, la etnia y la raza en la psicología americana. American Psychologist, 48, 629-637.
Cheung, F. M. (2012). Mainstreaming culture in psychology. American Psychologist, 67, 721-730. doi:10.1037/a0029876
Flynn, P. M., Betancourt, H., & Ormseth, S. R. (2011). Cultura, emoción y detección del cáncer: Un marco integrador para investigar el comportamiento de la salud. Annals of Behavioral Medicine, 42, 79-90.
Triandis, H., Lambert, W., Berry, J., Lonner, W., Heron, A., Brislin, R., & Draguns, J. (Eds.). (1980). Handbook of cross-cultural psychology: Vols. 1-6. Boston, MA: Allyn & Bacon.
Ung, S., Betancourt, H., & Flynn, P. (2014). Las creencias culturales y la autoeficacia influyen en la adherencia a la nutrición entre los diabéticos tipo 2. Póster presentado en la 26ª Convención Anual de la Asociación para la Ciencia Psicológica, San Francisco, CA.
Wundt, W. (1921). Völkerpsychologie: Vols. 1-10. Leipzig, Alemania: Alfred Kroner Verlag.