El naturalismo es un movimiento dramático y teatral europeo que se desarrolló a finales del siglo XIX y principios del XX. Se refiere al teatro que intenta crear una ilusión de realidad a través de una serie de estrategias dramáticas y teatrales. El interés por el naturalismo floreció especialmente con los dramaturgos franceses de la época, pero el ejemplo más exitoso es la obra de Strindberg Miss Julie, que fue escrita con la intención de atenerse tanto a su propia versión particular del naturalismo, como a la versión descrita por el novelista y teórico literario francés Émile Zola.

Fotografía de la primera producción en Estocolmo de la obra naturalista Miss Julie, de August Strindberg, en noviembre de 1906, en el Teatro del Pueblo

El término de Zola para el naturalismo es la nouvelle formule. Los tres principios primarios del naturalismo (faire vrai, faire grand y faire simple) son, en primer lugar, que la obra debe ser realista y el resultado de un cuidadoso estudio del comportamiento y la psicología humanos. Los personajes deben ser de carne y hueso; sus motivaciones y acciones deben basarse en su herencia y entorno. La presentación de una obra naturalista, en términos de escenario y actuaciones, debe ser realista y no extravagante o teatral. El único escenario de Miss Julie, por ejemplo, es una cocina. En segundo lugar, los conflictos de la obra deben ser cuestiones significativas, que cambien la vida, y no pequeñas o insignificantes. Y, en tercer lugar, la obra debe ser sencilla, no estar repleta de complicadas subtramas o largas exposiciones.

Los conceptos darwinianos impregnan las obras naturalistas, especialmente en lo que respecta al papel determinante del entorno en el carácter y como motivación del comportamiento. El naturalismo hace hincapié en las formas cotidianas de hablar, en la verosimilitud de la escritura (no hay fantasmas, espíritus o dioses que intervengan en la acción humana), en la elección de temas contemporáneos y razonables (no hay lugares exóticos, de otro mundo o fantásticos, ni épocas históricas o míticas); en la ampliación del abanico social de los personajes representados (no sólo los aristócratas del drama clásico, para incluir a los protagonistas burgueses y de la clase obrera) y en los conflictos sociales; y en un estilo de actuación que intenta recrear la impresión de realidad.

El naturalismo fue defendido explícitamente por primera vez por Émile Zola en su ensayo de 1880 titulado El naturalismo en la escena.

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