En todas las culturas, entre el 2% y el 10% de las personas afirman tener relaciones con el mismo sexo. En Estados Unidos, entre el 1% y el 2,2% de las mujeres y los hombres, respectivamente, se identifican como homosexuales. A pesar de estas cifras, muchas personas siguen considerando el comportamiento homosexual como una opción anómala. Sin embargo, los biólogos han documentado el comportamiento homosexual en más de 450 especies, argumentando que el comportamiento del mismo sexo no es una elección anómala y que, de hecho, puede desempeñar un papel vital dentro de las poblaciones.
En un número de 2019 de la revista Science, la genetista Andrea Ganna, del Instituto Broad del MIT y Harvard, y sus colegas, describieron el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre los genes asociados al comportamiento del mismo sexo. Al analizar el ADN de casi medio millón de personas de Estados Unidos y el Reino Unido, concluyeron que los genes representan entre el 8% y el 25% del comportamiento del mismo sexo.
Numerosos estudios han establecido que el sexo no es sólo masculino o femenino. Más bien, es un continuo que surge de la composición genética de una persona. Sin embargo, persiste la idea errónea de que la atracción por el mismo sexo es una elección que justifica la condena o la conversión, y conduce a la discriminación y la persecución.
Soy bióloga molecular y me interesa este nuevo estudio porque aclara aún más la contribución genética al comportamiento humano. Como autor del libro «Pleased to Meet Me: Genes, gérmenes y las curiosas fuerzas que nos hacen ser quienes somos», he investigado a fondo las fuerzas biológicas que conspiran para dar forma a la personalidad y el comportamiento humanos, incluidos los factores que influyen en la atracción sexual.
La caza de los ‘genes gay’
El nuevo hallazgo es coherente con múltiples estudios anteriores de gemelos que indicaban que la atracción por el mismo sexo es un rasgo heredable.
El estudio de 2019 es el último en una búsqueda de «genes gay» que comenzó en 1993, cuando Dean Hamer vinculó la homosexualidad masculina a una sección del cromosoma X. A medida que aumentaba la facilidad y la asequibilidad de la secuenciación del genoma, han surgido otros genes candidatos con posibles vínculos con el comportamiento homosexual. Los llamados estudios de asociación de todo el genoma identificaron un gen llamado SLITRK6, que está activo en una región del cerebro llamada diencéfalo que difiere en tamaño entre las personas que son homosexuales o heterosexuales.
Los estudios genéticos en ratones han descubierto otros genes candidatos que podrían influir en la preferencia sexual. Un estudio de 2010 relacionó la preferencia sexual con un gen llamado fucosa mutarotasa. Cuando se eliminó el gen en ratones hembra, estos se sintieron atraídos por los olores femeninos y prefirieron montar hembras en lugar de machos.
Otros estudios han demostrado que la alteración de un gen llamado TRPC2 puede hacer que los ratones hembra actúen como machos. Los ratones macho que carecen de TRPC2 ya no muestran agresividad entre machos, e inician comportamientos sexuales tanto hacia los machos como hacia las hembras. Expresado en el cerebro, el TRPC2 funciona en el reconocimiento de feromonas, sustancias químicas que son liberadas por un miembro de una especie para provocar una respuesta en otro.
Con los múltiples genes candidatos vinculados a la homosexualidad, parecía muy poco probable que existiera un único gen «gay». Esta idea se ve reforzada por el nuevo estudio, que ha identificado cinco nuevos loci genéticos (posiciones fijas en los cromosomas) que se correlacionan con la actividad del mismo sexo: dos que aparecieron en hombres y mujeres, dos sólo en hombres y uno sólo en mujeres.
¿Cómo podrían influir estos genes en el comportamiento del mismo sexo?
Me parece intrigante que algunos de los genes de los hombres identificados en el estudio de Ganna estén asociados a los sistemas olfativos, un hallazgo que tiene paralelismos con el trabajo en ratones. El grupo de Ganna encontró otras variantes genéticas que podrían estar relacionadas con la regulación de las hormonas sexuales, que otros científicos han sugerido previamente que desempeña un papel importante en la configuración del cerebro de manera que influye en el comportamiento sexual.
Los varones con una condición genética llamada síndrome de insensibilidad a los andrógenos pueden desarrollar genitales femeninos y suelen ser criados como niñas, a pesar de ser genéticamente masculinos -con un cromosoma X y otro Y- y se sienten atraídos por los hombres. Esto sugiere que la testosterona es necesaria para «masculinizar» un cerebro prenatal; si eso no ocurre, el niño crecerá deseando hombres.
De manera similar, las niñas que tienen una condición genética llamada hiperplasia suprarrenal congénita están expuestas a niveles inusualmente altos de hormonas masculinas como la testosterona mientras están en el útero, lo que puede masculinizar su cerebro y aumentar las probabilidades de lesbianismo.
También es posible que los cambios hormonales durante el embarazo afecten a la configuración del cerebro del feto. En las ratas, la manipulación de las hormonas durante el embarazo produce crías que muestran un comportamiento homosexual.
¿Por qué existe el comportamiento homosexual?
Se han propuesto varias hipótesis para explicar cómo la homosexualidad puede ser beneficiosa para perpetuar los genes familiares. Una de ellas es el concepto de selección de parentesco, según el cual las personas trabajan para garantizar la transmisión de los genes de su familia a las generaciones siguientes. Los tíos y tías homosexuales, por ejemplo, son «ayudantes en el nido» que ayudan a criar a los hijos de otros miembros de la familia para nutrir el árbol genealógico.
Otra idea sugiere que la homosexualidad es un «rasgo de compensación». Por ejemplo, ciertos genes en las mujeres ayudan a aumentar su fertilidad, pero si estos genes se expresan en un macho, le predisponen a la homosexualidad.
El comportamiento sexual es muy diverso y está regido por sofisticados mecanismos en todo el reino animal. Al igual que ocurre con otros comportamientos complejos, no es posible predecir la sexualidad mirando una secuencia de ADN como si fuera una bola de cristal. Estos comportamientos surgen de constelaciones de cientos, tal vez miles, de genes, y de cómo son regulados por el entorno.
Aunque no existe un único «gen gay», hay pruebas abrumadoras de una base biológica para la orientación sexual que está programada en el cerebro antes del nacimiento basada en una mezcla de genética y condiciones prenatales, ninguna de las cuales elige el feto.