Una nueva investigación publicada en la revista PNAS sugiere que las células cancerosas podrían causar depresión

No hace falta decir que un diagnóstico de cáncer, y el posterior tratamiento de la enfermedad, pueden ser una experiencia perturbadora y angustiosa que afecta profundamente a cómo nos sentimos.

Pero en la última década o más, los investigadores han comenzado a apreciar la profundidad del vínculo entre el cáncer y nuestro estado mental.

Tal vez, se preguntan los científicos, haya algo más profundo que la explicación aparentemente de sentido común de que «el hecho de que te digan que tienes cáncer te deprime».

La historia dio un giro fascinante esta semana, cuando una nueva investigación estadounidense sugirió que las células cancerosas podrían liberar activamente sustancias químicas que pueden afectar a nuestro estado de ánimo y hacernos más propensos a la depresión.

Aunque en el estudio sólo participaron ratas, no personas, si los resultados son aplicables en humanos sería un hito en la comprensión de la relación entre el cáncer y la depresión. Porque entender este vínculo podría permitir a los científicos desarrollar formas de prevenirlo o tratarlo.

Cáncer y depresión

El vínculo entre la depresión y el cáncer es muy fuerte. Por ejemplo, casi dos tercios de los pacientes con cáncer de mama sufren algún tipo de trastorno del estado de ánimo, y se han encontrado cifras similares entre los pacientes con otras formas de la enfermedad.

Pero esto tiene un coste mayor que la simple felicidad humana. Hay pruebas fehacientes de que los pacientes de cáncer deprimidos se encuentran peor que sus homólogos «más felices».

Por ejemplo, un artículo publicado el año pasado descubrió que, entre 205 pacientes de cáncer a los que se les realizó una evaluación psicológica y un seguimiento durante 15 años,

La sintomatología depresiva fue el factor psicológico más consistente para predecir un menor tiempo de supervivencia

Hay varias razones posibles para ello. Podría ser que las personas que ya están deprimidas antes de su diagnóstico no se sientan obligadas a visitar al médico para someterse a una prueba de detección, o a informar de los síntomas del cáncer hasta que sea demasiado tarde para que el tratamiento sea eficaz.

Otra explicación más probable es que las personas que se deprimen durante el tratamiento, por el motivo que sea, sean menos propensas a seguir tomando medicamentos contra el cáncer o a proceder a procedimientos invasivos, y hay algunas pruebas de ello.

De cualquier modo, comprender la causa fundamental de la depresión en los pacientes con cáncer es clave para prevenir sus efectos.

¿Cómo puede el cáncer causar depresión?

En un artículo publicado esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences, la doctora Leah Pyter y sus colegas de la Universidad de Chicago partieron de la idea de que la depresión en los pacientes con cáncer podría tener tres causas principales.

En primer lugar, como se ha mencionado anteriormente, descubrir que se tiene cáncer puede, en sí mismo, deprimirse, por razones que todos podemos entender y con las que podemos empatizar.

Una segunda razón podrían ser los desagradables efectos secundarios de la terapia contra el cáncer. La quimioterapia, la radioterapia y la cirugía, a pesar de salvar vidas, tienen efectos que pueden alterar nuestro bienestar mental.

Pero los investigadores estadounidenses proponen que las sustancias químicas producidas por el propio cáncer podrían estar implicadas. Las células cancerosas segregan una serie de sustancias químicas que afectan al funcionamiento de nuestro organismo, por lo que no es descabellado pensar que podrían afectar a nuestra forma de pensar y sentir.

La Dra. Pyter y sus colegas se propusieron comprobar si podían detectar algún cambio químico que alterara el estado de ánimo.

En una serie de experimentos, compararon el comportamiento y la química cerebral de ratas sanas con las que habían desarrollado cáncer de mama.

Cambios cerebrales

En comparación con las ratas sanas, el equipo de la Dra. Pyter descubrió que las ratas que habían desarrollado cáncer también desarrollaban una serie de comportamientos que se consideraban síntomas de depresión, como enterrar canicas y no nadar. Pero, a diferencia de las ratas con enfermedades agudas, como una infección bacteriana, no mostraban otros «comportamientos de enfermedad» característicos, como no comer, tener menos interacción social o pasar más tiempo dormido, lo que sugiere que las ratas no sólo se «sentían enfermas».

Se cree que los «comportamientos de enfermedad» están causados por unas sustancias químicas llamadas citoquinas, producidas por el sistema inmunitario durante la infección. El hecho de que las ratas mostraran algunos comportamientos, pero no otros, llevó a los investigadores a analizar las citoquinas exactas que producían los animales.

Las ratas con tumores mostraban niveles más altos de tres citoquinas concretas (IL-1β, IL-6 y TNFα) en sus tumores, su sangre y sus cerebros. Todas ellas se han relacionado anteriormente con cambios en el comportamiento tras una infección o una lesión cerebral.

Como señalan los investigadores en su artículo, los niveles elevados de citoquinas, incluso a niveles moderados, se han relacionado con dificultades de aprendizaje y problemas emocionales en humanos. El equipo del Dr. Pyter cree que un aumento de citoquinas de bajo nivel durante el periodo de tiempo que tarda en crecer un tumor (meses o semanas) podría ser suficiente para cambiar significativamente nuestro estado emocional.

El equipo también encontró pruebas de otros cambios cerebrales tras el desarrollo del cáncer, como cambios en los niveles de corticosterona, una sustancia química implicada en la respuesta al estrés, y diferencias en la actividad de ciertos genes asociados al comportamiento, llamados receptores de glucocorticoides, en los cerebros de las ratas con cáncer.

¿Qué significa todo esto?

Esta investigación es una de las primeras en observar los cambios químicos en el cerebro, antes y después del desarrollo del cáncer. Como tal, proporciona pruebas tentativas de que las células cancerosas de nuestro cuerpo podrían desencadenar cambios en nuestro cerebro. Y dadas las pruebas disponibles, es ciertamente plausible.

Pero como siempre, hay un largo camino por recorrer antes de que podamos estar seguros. Aunque todos formamos parte del mismo árbol de la vida, las ratas y los humanos tienen cerebros bastante diferentes. Y siempre merece la pena ser precavido a la hora de interpretar los resultados de un experimento diseñado para medir los sentimientos o el estado de ánimo de un animal. Como dicen los propios autores,

Hay que tener cuidado a la hora de extrapolar estos datos a los pacientes con cáncer.

No obstante, la idea de que un tumor -en sí mismo- pueda ser capaz de desencadenar una depresión es algo que, paradójicamente, podría ofrecer una migaja de consuelo. Porque uno de los sentimientos más difíciles de superar es el de que un problema concreto es culpa de uno mismo.

Pero podría resultar que sentirse deprimido por un diagnóstico de cáncer, o temer la próxima ronda de quimioterapia, no es «culpa» o debilidad de uno, sino una condición médica tratable causada -o al menos empeorada- por células de crecimiento anormal que liberan sustancias químicas en el cuerpo.

Y como señalamos con frecuencia en este blog – con los nuevos descubrimientos científicos y médicos, entender cómo se produce algo es el primer paso en el camino para detenerlo.

Henry

  • Si tiene cáncer y está afectado por la depresión, puede encontrar las siguientes páginas de nuestro sitio web CancerHelp UK útiles

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