Aunque lo hayas visto venir o no, la sensación es la misma: estás destrozado. Te quedas boquiabierto ante tu vulnerabilidad y te preguntas: «¿Por qué ha ocurrido esto?»

La vida te ofrece muchas dificultades: desamor, enfermedad, lesiones, muerte, abandono. Aunque podamos compartir experiencias similares, cada dolor es personal. No importa cuántas veces las personas bien intencionadas digan: «Lo entendemos», no lo hacen. Incluso puede que les moleste que lo intenten.

El artículo continúa después del anuncio

Como psicoterapeuta, me he sentado con muchas personas heridas. Soy testigo de su dolor y hago todo lo posible por darle espacio. Incluso cuando gritan: «¿Por qué ha pasado esto?». Trato de no participar en el consuelo reactivo. Los consejos o las respuestas rápidas siempre parecen falsos, incluso insultantes, cuando alguien está profundamente herido.

El sufrimiento como maestro

Después de casi 25 años practicando la psicoterapia, esto es lo que he aprendido: Cuando la vida te derriba con saña, no te vuelvas a levantar. Como cuando te tropiezas y te caes, tienes el impulso de levantarte y empezar a moverte de nuevo. Pero ignorar una lesión grave la empeorará. El dolor exige atención; es necesario reconocerlo y aceptarlo antes de poder seguir adelante.

La historia de Amanda

Cuando conocí a Amanda, acababa de sufrir una de las peores heridas: la muerte de su hijo pequeño. Durante semanas, en las sesiones individuales, se sentó en silencio, distante y estoica. «Las lágrimas no me devolverán a mi hija», dijo con rotundidad, mientras seguía trabajando en las finanzas en un empleo del que estaba resentida y evitaba su dolor.

article continues after advertisement

Cuando le pedí que asistiera a uno de mis grupos de adultos, se burló: «No tiene sentido». Pero, con un poco de insistencia, aceptó. «Lo haré por ti», suspiró, «pero es una pérdida de tiempo».

Durante su primera sesión de grupo, cuando le preguntaron por qué estaba en terapia, exhaló y respondió: «Mi hija… ella… mi hija….»

De repente, Amanda no podía hablar. No podía encontrar palabras. Se esforzó por tragar su pena y ahogar sus lágrimas.

«Fue un error venir aquí. Lo siento.»

Cuando se levantó y recogió sus pertenencias para marcharse, una mujer intuitiva le tendió la mano y le dijo, cariñosamente,

«Yo también perdí un hijo.»

De repente, Amanda se dejó caer en su asiento y dejó fluir sus lágrimas. Lloró largo y tendido, jadeando mientras el grupo daba cabida a su dolor. En las semanas siguientes, esperaba con impaciencia las sesiones de grupo. Poco a poco, con la ayuda del grupo, se dio cuenta de que la mejor manera de honrar a su hija era encontrar una nueva forma de abrazar la vida.

Qué hacer después de haber sido herido emocionalmente

Me cuento entre los que tienen el corazón roto. He atendido a moribundos, he perdido a seres queridos, he sufrido el desamor. He llorado solo en la calle, en mi oficina, a veces con amigos y familiares, a veces con pacientes. He intentado esquivar la angustia, pero, como todo el mundo, al final me ha encontrado. Es una de las crueles certezas de la vida.

el artículo continúa después del anuncio

Cómo apoyar tu proceso de curación

1. Honra tu dolor. Evitar el dolor lo aumenta. Para sanar, debes atravesar la puerta del dolor. Las heridas emocionales van más allá de la «tristeza»; se sienten en lo más profundo de tu ser. Honra tu dolor; no huyas de él. Desconecta, reserva tiempo para reflexionar y date permiso para llorar. Si personas bienintencionadas te empujan a «superarlo», ignóralas. El tiempo y la paciencia son la clave de la recuperación. Rodéese de amigos que lo entiendan.

2. Extienda la mano. Estar solo forma parte de la curación, pero los períodos largos de aislamiento no son saludables. El dolor profundo siempre saca a relucir los demonios personales, como culparse a sí mismo, abrazar el victimismo o la amargura. Tales opciones generan atrapamiento, no libertad. Acuda a sus amigos, busque grupos de apoyo o programas de doce pasos, busque consuelo en la oración, la meditación o la filosofía, lo que sea que le traiga paz mental. En lugar de anhelar un milagro, cree uno.

3. Tómese un descanso. Es importante tomarse un descanso del dolor y realizar una sana compartimentación. Todo el mundo encuentra alivio de diferentes maneras. Algunos lo encuentran en actividades creativas como la escritura, la lectura, la música, el arte o el cine. Otros lo encuentran en el movimiento, como la danza, el senderismo, los paseos largos, etc. Elige una tarea que te permita evadirte entrando en otra realidad, aunque sea por unos momentos. No te preocupes: tu dolor te estará esperando cuando vuelvas, pero estarás mejor fortificado, descansado y preparado para afrontarlo.

el artículo continúa después del anuncio

4. Aprende de ello. He oído decir que el camino de la sabiduría está pavimentado con sufrimiento. Reflexionar, explorar y reflexionar, sin autoagresiones ni culpas, te abre a una mayor comprensión y compasión hacia ti mismo y hacia los demás. Una actitud de aprendizaje te ayudará a desenterrar el valor de la experiencia. También puede descubrir una nueva y curiosa libertad: Recuperarse de un trauma emocional o de un desamor le hace más fuerte, más sabio y más resistente.

5. Siga adelante. Algunas personas permiten que el sufrimiento les defina, les dé forma y, en última instancia, les robe la vida. Hace muchos años, me invitaron a asistir a una boda entre dos viudas de 90 años. Todas las personas que asistieron se sintieron profundamente conmovidas, no por el servicio, sino por el espíritu de la pareja para seguir viviendo. Después de que te des tiempo para llorar y hacer el duelo, después de que busques el apoyo de otros y hagas un hueco para tu recuperación, tienes que tomar una decisión: ¿Dejarás que el dolor emocional te frene o decidirás utilizarlo para impulsarte en una nueva dirección?

Años después de terminar su terapia de grupo, Amanda me llamó por teléfono para ponerme al día sobre su vida. Dejó su trabajo en el banco y se licenció en educación infantil. Estaba trabajando en la escuela primaria a la que iba a asistir su hija antes de morir. Cuando le pregunté a Amanda cómo se sentía, me contestó simplemente: «Todavía la echo de menos. Pero ahora tengo muchos niños que cuidar. Me gusta imaginar que mi hija, dondequiera que esté, está muy orgullosa de su madre»

Para saber más, visite mi sitio web.

Imagen de Facebook: Syda Productions/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.