Caminando por una carretera llena de baches en una reserva de fauna salvaje en Sudáfrica, volamos sobre un imprevisto terrón de tierra. Junto con otras cosas en el Land Rover, salgo volando de mi asiento y me golpeo la cabeza contra el techo. La mandíbula me aprieta el labio, que empieza a sangrar profusamente, y el coche se detiene. Mi madre sale de un salto y me atiende la cara ensangrentada, mientras mi hermana me sujeta el pelo. Mi padre empieza a disculparse.

En la cresta, a unos 800 pies de distancia, un león blanco macho observa desde arriba. «¡Mira!», grita mi padre. Lo hacemos, y él nos corresponde, con sus ojos azules mirándonos directamente; su espesa melena se mueve suavemente con la brisa de la tarde.

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Si hubiéramos seguido avanzando por la carretera llena de baches, no lo habríamos visto. Se calcula que sólo quedan 13 leones blancos en la naturaleza y unos 300 en cautividad, así que tuvimos mucha suerte.

Desde que los europeos descubrieron a los leones blancos en la región sudafricana de Timbavati en 1938, suelen ser cazados o enjaulados y utilizados para la cría. Su pelaje blanco y sus penetrantes ojos azules los convierten en una rareza. Aunque son endémicos de la región de Timbavati, también se han introducido en otras partes de Sudáfrica, como la Reserva de Fauna de Sanbona (en el Cabo Occidental) y la Reserva Privada de Caza de Pumba (en el Cabo Oriental). En marzo de este año, el nacimiento de un león blanco de un león leonado en el Parque Nacional Kruger de Sudáfrica fue noticia en todo el mundo. (En contra de la creencia popular, los leones blancos no son albinos; los leones leonados pueden ser portadores del gen del león blanco). Los que presenciaron al cachorro blanco y escarchado que colgaba de la boca de su madre estaban de enhorabuena. Es un avistamiento casi tan poco común como ver un leopardo de las nieves.

La posibilidad de ver leones blancos sigue disminuyendo. A pesar de estar al borde de la extinción, nunca han estado -y aún no están- en la lista de especies en peligro de extinción, lo que significa que tienen poca protección contra la caza y el enjaulamiento. Organizaciones como la Global White Lion Protection Trust, creada por la conservacionista Linda Tucker, pretenden educar a la gente y proteger a los leones (y ofrecer una sección para donaciones). Pero mientras no se difunda la concienciación y no se modifiquen las leyes, la suerte del león blanco seguirá corriendo.

Todavía tengo una cicatriz encima del labio de aquel safari. Cada vez que me paso el dedo por él, me acuerdo de ese día; de ver a ese león en la cresta mirándonos fijamente, observando a los torpes humanos de abajo, posiblemente preguntándose cómo hemos conseguido la ventaja en el círculo de la vida. Sabiendo que esas criaturas corren tanto peligro, quizá podamos utilizar esa ventaja para algo bueno. Porque, por desgracia, su destino no puede dejarse en manos de la suerte.

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